El mar en Madrid

Era la hora del ocaso y estaba sentada en la terraza de aquel bar del paseo de Rosales como si estuviera en un mirador que al mismo tiempo fuese un muelle. De vez en cuando contemplaba la estrecha caleta del vallecito, a su izquierda, perdiéndose en colores, calígine y humos hasta hacerse alta mar dorada en las brumosas montañas de la sierra. Luego todo se tornaba rojo, como el vinoso Mediterráneo de los crepúsculos, y emergían amenazantes escolleras oscuras del Parque del Oeste, de los Viveros de la Villa y del apretado bosque de la Casa de Campo. Se oían pitidos de locomotoras portuarias y un rumor metálico de peces asaltados por peces mayores, que transforman sus ordenados y precisos desfiles en vorágine caótica y hacen sonar la hora encamada de la matanza, y crujía suavemente, caricioso al oído, el apresto de las despedidas más largas. El Manzanares, paralizado y submarino, asomaba el lomo plateado.

Hacía un rato que había dejado sus cuadernos abandonados sobre el mármol del velador y miraba al mar resultante de muchos mares de verano; un mar compuesto de las sensaciones tenidas desde la infancia, acrecido y sensibilizado ahora, y que se le hacía melancólicamente real en el atardecer madrileño. Las aguas de entonces batían sus sentidos y había en ella éxtasis y anegación.

Ya era noche marítima, con luces bordeando la caleta y titiladoras poblaciones lejanas,cuando quiso volver a sus quehaceres. Tomó un sorbo de cerveza desagradablemente tibia y con el bolígrafo dibujó una delicada línea ondulada, a la que sumó otra y otra, ensimismándose. Así fue sorprendida.

"Los pájaros de Baden-Baden". Ignacio Aldecoa.
Una de las descripciones más bellas que he leído. Por el lenguaje brillante, la evocación y la traviesa paradoja de representar el paisaje madrileño a través del mar. Estoy disfrutando mucho de "Tierra de nadie y otros relatos" de Ignacio Aldecoa, un autor del neorrealismo español del que no había leído nada y que me ha deslumbrado.

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